Todos los bajos ocupados: almacenes (transportes, licores, textiles, …), tiendas (alimentación, zapatería, mercería, droguería …), talleres de diversos oficios (soldadores, talabarteros, carpinteros, envasadora de gaseosas, peluquería, …), profusión de actividades, movimientos y chismorreo. Vida, pues, en movimiento palpitante.
Hoy sólo existía el silencio. Una cuarta parte de los edificios estaban convertidos en solares. Mi casa natal es un almacén cerrado al público de un comercio que da a otra calle paralela. Se nota el desplazamiento de la población a la zona nueva de la ciudad. Los bajos, cerrados. Escasa actividad. Yo era el único viandante a las 8:40 de esta mañana. Ningún balcón abierto. Ninguna madre en posesión de la palabra. Ningún hijo “haciendo” la calle ni yendo al colegio. Un restaurante y una entrada a un nuevo y moderno edificio de aparcamientos. Eso era todo. Eso era … Turismo Castilla y León.
Confieso que he acelerado el paso y, Click aquí la calle que la corta en perpendicular en un extremo, he vuelto a la tranquilidad de mi ruta oficial en unos pocos metros. Mi pasado ha sido piadosamente enterrado tras unas pocas lágrimas interiores (de las que no salen a la luz) y algunos juros en arameo acerca de lo que cambian la vida y nuestras costumbres.
Y he huido a la carrera, obligándome a realizar con falsa concentración mi liturgia diaria (comprar la prensa, tomarme un café americano, saludar a los conocidos con los que me cruzo every day, … ) para mentirme convenciéndome de que no pasaba nada, que lo visto era una ilusión óptica, un sueño no vivido, una nube que borró la luz del sol real por escasos momentos.